¿Cocinar huevos a la sartén perfectos? Puede parecer un juego de niños, pero no lo es para nada: no es casualidad que el chef Fernand Point, padre de la cocina francesa moderna, pusiera a la prueba a los aspirantes asistentes precisamente con la cocción de un huevo a la sartén.
Aunque aparentemente sea simple, la cocción de un huevo perfecto a la sartén debe tener en cuenta dos aspectos: las moléculas que lo componen y su comportamiento en relación con el mundo externo, gracias a ese parámetro físico denominado temperatura.
Teniendo en cuenta estos dos aspectos, aquí están los 4 trucos de la cocina para cocinar huevos a la sartén a prueba de chef.
1. Calentar lentamente
Las proteínas del huevo, de hecho, comienzan a cuajar a 62°. Si se calientan lentamente, crean una estructura más ordenada y la clara queda compacta y suculenta. En cambio, si la temperatura es excesiva, podría quemarse y quedar dura y desagradable.
2. Poner una cucharadita de mantequilla
Este es el auténtico, gran secreto para un huevo a la sartén perfecto: poner una cucharadita de mantequilla en una sartén y dejarla derretir a fuego lento.
Debido a que sería difícil usar un termómetro (el sensor tocaría el fondo y daría una lectura incorrecta de la temperatura), se requiere un poco de ojo: el momento exacto es un poco antes de que la mantequilla derretida comience a crepitar.
3. El equilibrio perfecto entre clara y yema
Ahora es necesario dejar caer delicadamente yema y clara. La regla es que la yema esté en el centro de la clara, luego utilizamos un cucharón o una espátula para corregir su posición.
La temperatura alcanzada permite que la clara comience a coagular rápidamente. El tiempo de cocción varía entre los 4 y los 6 minutos, después de este tiempo la yema tiene la consistencia adecuada: no demasiado cocida, porque en su caso se requerirían aprox. 68 °C para solidificar.
4. Salar solo al final
Mientras se espera, derretir otra cucharadita de mantequilla. Al final de la cocción, añadir sal y pimienta y verter encima la mantequilla derretida.
La sal se añade solo al final, de lo contrario se podría ralentizar o arruinar la perfecta coagulación de la clara.