Pocos sectores han sido tan afectados en esta pandemia como la hotelería y el turismo. ¿Qué decir, entonces, de los restaurantes diseñados como lugares de “destinos”, adonde la gente viaja exclusivamente para tener una experiencia gastronómica única y especial?
Si bien algunos creen que este tipo de restaurantes están condenados con la situación actual de los viajes, otros creen que la pandemia puede hacer aumentar la demanda por los mismos, ya que están ubicados en destinos más tranquilos, sin multitudes. Además, pueden ser una alternativa al turismo de masas como ya era frecuente antes de la pandemia.
En la medida que las personas de todo el mundo toman precauciones para protegerse a sí mismas y a quienes las rodean de la amenaza del virus, la idea de cómo queremos salir a comer ahora está alterando drásticamente la forma de relacionarnos con nuestro entorno: cuanto menos personas, mejor.
Autenticidad, filosofía profunda y coherencia
En este sentido, los restaurantes de “destino” pueden, en la actualidad, convertirse en una tendencia creciente. Pero van a tener que hacer adaptaciones. Antes, para comer en MIL, el restaurante que la pareja de chefs Virgilio Martínez y Pía León dirige en Moray, en el corazón de los Andes peruanos, “la gente tenía que viajar desde otras partes del mundo a Lima, después de Lima a Cusco y aún de Cusco tenían que hacer más de una hora y media de camino hasta llegar a MIL”, cuenta Martínez.
Con el cierre de fronteras y las restricciones internas para los desplazamientos, incluso dentro de Perú, el restaurante permaneció cerrado hasta diciembre, reabriendo ese mes para realizar algunas comidas especiales. Ahora, el chef y su equipo (que no han dejado de trabajar), están listos para volver a abrir.
Para Martínez, la experiencia de conectarse con la naturaleza para buscar una relación con el origen de los alimentos — algo que él y León proclaman desde que se abrió el restaurante MIL, en 2018 — será aún más atractiva para los comensales. "Ofrecemos una forma de inmersión a 3500 metros de altura, en que nuestros visitantes pueden conocer más de las comunidades andinas, los productores, la historia y arqueología locales, algunos elementos de la antropología, en el fondo asuntos a los que hemos accedido a través de nuestro trabajo en las tierras y los cultivos”, explica.
Los propios clientes que van a MIL y comen ahí quieren después visitar el banco de semillas, ver la producción de los ingredientes de los Andes (como patatas y chocolate), y acercarse más al campo. “Entonces cuando esto sucede, sentimos que MIL está viviendo un gran momento en nuestro corazón y en el corazón de las personas. Tenemos ganas de recibir a los clientes de nuevo en un espacio tan especial y mágico”.
El restaurante abrirá con un nuevo menú pensado y diseñado en el momento en que el equipo trabajava aislado por la pandemia cuidando las semillas, la cosecha y la producción de varios tipos de fermentados que podrán ser servidos ahora. “Seguimos haciendo nuestro trabajo porque el campo no pára, la naturaleza sigue su curso”, dice.
Antes de la reapertura de MIL en diciembre, Martínez no se había dado cuenta de que los peruanos demandaban restaurantes que podían darles este tipo de refugio, en que las personas tuvieran oportunidad de huir de sus realidades multitudinarias. "No hablamos solo de extranjeros, nos dimos cuenta del aumento de personas de otras zonas de Perú, de Lima a Arequipa, que ni siquiera conocían el trabajo que hacíamos en MIL", explica.
Pasada la pandemia, el chef cree que los comensales querrán cada vez más “restaurantes con puertas abiertas”, como él dice. La gente va a querer autenticidad, una filosofía profunda, y una coherencia total. “Creo que lo que quiere la gente de un restaurante es que no haya puertas y puedan ver su integridad, su realidad más allá del plato. Y es algo que podemos hacer muy bien en un proyecto como MIL”.
"Una oportunidad de descubrir y sorprenderse"
La chef brasileña Manu Buffara también vio su restaurante, Manu, ubicado en la ciudad de Curitiba, convertirse en un destino para muchos foodies internacionales, desde que empezó a formar parte de la lista de los Latin America's 50 Best. "Manu no es propiamente un restaurante de ‘destino’, pero acabó por serlo, porque quienquiera que viene a Brasil para tener experiencias gastronómicas casi siempre estas ocurren en Río de Janeiro y São Paulo", explica. No es por casualidad: son las dos ciudades del país con más restaurantes presentes en la lista de los Latin America's 50 Best Restaurants y las únicas en el Guía Michelin brasileña.
Imagen Rubens Kato
Acostumbrada a recibir a los turistas extranjeros de varias partes del mundo que iban a Curitiba específicamente para degustar sus platos, Buffara se dio cuenta de que el restaurante se había convertido en un destino para los clientes locales — tanto de misma ciudad como del interior y demás regiones del Brasil, sobretodo los fines de semana. "Después de reabrir en octubre, nos dimos cuenta de una gran afluencia del público local", dice ella.
"La gente no puede viajar para fuera del país, pero aprovecha para conocer los restaurantes y destinos más cercanos. Nos hemos convertido en un destino, pero en la actualidad, para los habitantes de Brasil, y eso es genial", dice.
Después de la pandemia, Buffara piensa que los restaurantes de ‘destino’ volverán a estar en la lista de los clientes internacionales — "y en nuestro caso, con la ventaja de haber logrado un mayor publico local". “Las personas volverán a viajar, pero elegirán mejor dónde van a comer. Creo que preferirán gastar más y comer bien, sin arriesgarse", ella apuesta.
Los restaurantes de ‘destino’ pueden ser la mejor elección porque pueden agregar no solo la visita a un lugar desconocido sino también la oportunidad de comer algo no probado antes. "Pueden así ofrecer una oportunidad de descubrir y sorprenderse, que creo será siempre una gran motivación para muchos, sobretodo después de la pandemia", concluye.