Rivero lleva muchos años viviendo en esta parte de la bulliciosa capital argentina. Cuando era un veinteañero vivía en el piso de encima de la parrilla y actualmente vive muy cerca. A lo largo de los años ha visto como este espacio público se deterioraba y, por último, recibía el rechazo de las personas que más debían apreciarlo: los vecinos del barrio.
“Llevo 21 años trabajando a unas calles de aquí y se había convertido en una plaza abandonada: a los vecinos del barrio les daba miedo venir”, dice. “Queríamos revitalizar este lugar y mejorarlo para crear un huerto comunitario y generar nuevas conexiones con la agricultura, los colegios locales, los vecinos y los cocineros. El objetivo es transformar el lugar en el que vivimos y crear un círculo virtuoso para todos los que quieran participar”.
Fotografía Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
El sueño de Rivero de que su plaza floreciera echó raíces cuando el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires aprobó la Ley de Agricultura Urbana en diciembre. Junto con Guido Tassi, director culinario de Don Julio (que consiguió el primer puesto en la lista de los Latin America's 50 Best Restaurants) y El Preferido de Palermo (un dato curioso: se menciona en la antología de Borges ya citada), se ofrecieron a apadrinar el nuevo plan, y el grupo gastronómico se comprometió a crear, invertir y cuidar de la Huerta Luna de Enfrente hasta 2026.
Esta iniciativa, dirigida por un jardinero profesional encargado de aplicar un enfoque sostenible, orgánico y biodinámico hacia la agricultura, es la primera público-privada del barrio de Palermo, algo que el Ayuntamiento desea extender por la ciudad.
Una parte esencial del acuerdo es garantizar que el fruto del trabajo agrícola comunitario se dedique rigurosamente a comedores sociales, ONGs y proyectos sociales con sede en Palermo; el resto es para los vecinos. El destino final de tubérculos como las zanahorias, hierbas como la menta y verduras de hoja como la rúcula fue objeto de un apasionado debate entre los residentes en los medios locales, ya que algunos pensaron erróneamente que la plaza se había privatizado para que los dos restaurantes hicieran su cosecha. Ése nunca fue el objetivo, ya que se rompería el acuerdo de patrocinio, dice Tassi.
“Como padrinos de la iniciativa, nos comprometimos ante el Ayuntamiento a invertir y mantener un huerto en beneficio de la comunidad; los restaurantes no reciben ningún producto”, dice.
A finales de febrero, los carpinteros construyeron rápidamente diez maceteros para verduras y cuatro compostadoras in situ; a principios de marzo, Ana Armendariz, una jardinera que había gestionado varios huertos comunitarios y había trabajado con pacientes psiquiátricos y ex presidiarios, empezó a trabajar tres días a la semana para crear un mapa de cultivo biointensivo. Además de planificar el calendario biodinámico (los primeros plantones de ajo, hinojo, acelga, cebolleta, kale, frijoles y patatas se plantarán según las fases de la luna), imparte talleres de agroecología y hábitos de alimentación saludable para niños en edad escolar y residentes del barrio. En otoño, Armendariz introducirá el milpa, el milenario sistema de cultivo de América Central, para sembrar maíz, frijoles y calabaza.
Fotografía Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
Como en otras muchas metrópolis durante la pandemia, los huertos comunitarios se han multiplicado en Buenos Aires y han pasado de 13 a 33, pero la Huerta Luna de Enfrente destaca por ser sostenible y estar bien organizada. “Mientras que otros proyectos comunitarios son anárquicos y espontáneos y la gente planta lo que le apetece, éste es un huerto pedagógico y uno de sus objetivos es donar sus ingredientes”, dice Armendariz.
En una ciudad que ha logrado reciclar el 46% de las 6.000 toneladas de residuos que produce cada día, se anima a los vecinos a llevar sus residuos orgánicos a las cuatro compostadoras, con los que a su vez se alimentan los parterres de las verduras. Además de insuflarle una nueva vida a la Huerta Luna de Enfrente con 55 m2 más de vegetación, la fauna local también está en auge, con abejas y mariposas volando y jugando alrededor de la manzanilla y las lechugas. Parece que tarde o temprano todos saldrán ganando: los comedores y las ONGs que reciben deliciosas verduras orgánicas, los aficionados a la jardinería que mejoran sus habilidades y el ecosistema urbano, todos ellos unidos para crear una nueva comunidad.
“Esto era una espacio público perdido, pero en septiembre estará lleno de vida”, añade Armendariz.
Huerta Luna de Enfrente abre al público todos los días de 10 a 18 h en Gurruchaga y Soler, Palermo, Buenos Aires.