Se dice que somos lo que comemos y, cada vez más, las tendencias alimentarias se introducen en otros aspectos de nuestras vidas. En pocos años, la revolución vegetariana y vegana ha cambiado por completo la manera de relacionarnos con la comida y la cocina y está teniendo un efecto significativo en el mundo de la moda y la ropa.
La moda es una industria que, de alguna manera, copia el sistema alimentario. Existe una cadena de suministro construida sobre una serie de partes móviles que convergen en el espacio minorista. Existen, como en la industria alimentaria, influencers de tendencia y estilo, ya sea que se trate de grandes marcas o de operadores más pequeños en redes sociales, que tienen influencia sobre lo que vestimos y la manera en que lo hacemos. En el sistema alimentario, los principales influencers son los chefs y las personalidades del mundo de la cocina.
Los restaurantes más importantes pueden actuar de forma similar a como lo hacen las marcas de moda independientes, que construyen un culto de seguidores. Sus creaciones de comida, con el tiempo, acaban por llegar a los hogares y las cocinas de todo el mundo.
Así como la industria alimentaria se ha despertado después de décadas de desperdicio, lo mismo está sucediendo con el mundo de la moda. La industria de la moda, un gran culpable de la fabricación derrochadora y contribuyente al aumento del plástico en los océanos, finalmente está actuando, como puede verse en las acciones de marcas deportivas como Reebok, que lanzó sus primeros tenis de running completamente hechos de plantas.
Los Forever Floatride GROW están hechos de plantas y certificados por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA). Los tenis veganos incluyen cuatro materiales ecológicos principales: un forro de algas, un empeine hecho de eucalipto, una mediasuela de ricino y una suela exterior hecha de caucho natural.
La marca de calzado de lujo francesa Veja lanzó el año pasado unos tenis “pospetróleo”. Después de cinco años de desarrollo, la compañía presentó su línea de tenis veganos CAMPO, hechos de piel de maíz. La piel sostenible es biodegradable hasta en un 63 %. La marca también presentó unos nuevos tenis veganos en julio pasado llamados Urca, hechos con desperdicios de comida.
Materiales derivados de alimentos y de desperdicios alimentarios son la tecnología que está impulsando la revolución de la moda sostenible. Stella McCartney, cuya madre, Linda, abrió el camino en el mundo de la comida vegana, continúa con la tradición. Su marca de moda es una de las varias asociadas con la start-up vegetariana Bolt Threads para fabricar prendas veganas hechas con piel hongos.
Y no está sola. La piel Mylo de Bolt Threads, hecha de micelio, que conecta a las plantas y los hongos bajo tierra, ahora la utilizan marcas como Adidas, Lululemon y el grupo de moda de lujo Kering (que gestiona los desarrollos de Gucci, Saint Laurent, Bottega Veneta, Balenciaga y Alexander McQueen). La piel vegana Mylo es, a nivel ecológico, superior a la piel animal de muchas maneras: genera menos emisiones de gas de efecto invernadero y utiliza menos agua y tierra, además de evitar el maltrato animal.
Mirando hacia atrás, podemos ver cómo la fabricación de ropa y alimentos siempre han estado conectadas. En las sociedades cazadoras-recolectoras, los indumentos provenían de las mismas fuentes que el alimento. Es el regreso a esas tecnologías llamadas primitivas el que puede marcar el camino hacia un futuro más sostenible, ya sea a escala, como en el caso de las grandes marcas, o a un nivel más individual.
La artista textil Nidiya Kusmaya extrae los colores de los alimentos que come todos los días y, al aplicarlos a los tejidos, busca convertir la cadena alimentaria en indumentos. Además, usa desperdicios de alimentos ricos en hidratos de carbono y proteínas como medio de cultivo de microorganismos que producen color.
“Empecé a experimentar con los colores para las telas utilizando sobras de la cocina y del mercado de agricultores”, comenta Kusmaya. “Los desperdicios de comida siguen siendo un problema en sí mismo, y tanto la industria textil como la de la moda, especialmente en el proceso de coloración, son la segunda industria más contaminante del mundo”.