¿El mero hecho de ver manojos de cilantro te despierta amor o aversión? ¿Provoca opiniones encontradas? ¿O directamente prefieres vivir sin ella?
Aunque la mayoría de la gente disfruta del toque cítrico que aporta el cilantro a platos como el pad thai o el guacamole, no todo el mundo es tan fan, y con razón. Para algunos, el cilantro deja un desagradable sabor a jabón o a burbujas en la boca y, en definitiva, puede arruinar un plato.
De hecho, John Gerard resume la experiencia de comer cilantro para algunas personas en The Herball or General Historie of Plants. Amsterdam: Theatrum Orbis Terrarumsums (1597). Dice que es una "hierba muy pestilente" con hojas de "calidad venenosa".
Si el cilantro te produce repulsión, no estás solo. Pese a la creencia popular, la gente no lo rechaza porque sean unos tiquismiquis: se trata de una cuestión genética.
Una de cada cinco personas dice que el cilantro sabe a jabón y lo más probable es que la causa sea la hipersensibilidad a ciertas sustancias químicas llamadas aldehídos. Esto se debe a una variación en un grupo de genes receptores del olfato, presentes tanto en el cilantro como en perfumes, jabones y detergentes: de ahí su relación con el sabor.
El artículo de investigación titulado "Una variante genética cerca de los genes receptores olfativos influye en la preferencia por el cilantro" llegó a la conclusión de que "existe un componente genético en la percepción del sabor del cilantro” y sugiere que “la aversión al cilantro puede deberse a variantes genéticas en los receptores olfativos".
Britannica afirma que hay pruebas de que, tras exponerse repetidamente al cilantro, los que la odian pueden llegar a superar su aversión. Pero lo normal es que la gente conserve su predisposición genética y evite esta hierba por su sabor a jabón.
Entonces, ¿lo odias o lo amas? No hay término medio. Todo depende de tu estructura genética.
Si te interesa conocer más datos científicos sobre este tema, mira este vídeo producido por el canal SciShow de YouTube: